
El capitalismo está fundamentado en tres patas, por un lado el capital buscando la maximización del beneficio, mediante la producción y venta de bienes y servicios, los trabajadores que obtienen rentas por su trabajo y los consumidores (que también son trabajadores) que buscan satisfacer sus necesidades. Este es el principio fundamental del capital, pero en la perversión de estos objetivos que lleva al capital a una expansión de la acumulación del beneficio, creando la ilusión de la felicidad mediante el consumo de bienes y servicios materiales.
Somos felices, cuando consumimos y una vez realizado el acto del consumo, volvemos a tener otra vez la necesidad de tener lo último para seguir siendo felices, es decir, se retroalimenta hasta el infinito.
Pero en estos momentos de destrucción de puestos de trabajo y de un alto endeudamiento de las familias en busca de la felicidad del consumo, las economias domésticas dedican fundamentalmente sus escasas rentas a la alimentación, la vivienda y al pago de deudas de una pasada felicidad.
Podemos deducir que la caída del consumo, crea infelicidad, destruye puestos de trabajo, hace bajar las rentas y por tanto más bajadas de consumo, y así la crisis y la infelicidad van a la par, tendremos que esperar a que el ahorro vuelva a reactivar la economía y volvamos a tener la ilusión de la felicidad.
Somos felices, cuando consumimos y una vez realizado el acto del consumo, volvemos a tener otra vez la necesidad de tener lo último para seguir siendo felices, es decir, se retroalimenta hasta el infinito.
Pero en estos momentos de destrucción de puestos de trabajo y de un alto endeudamiento de las familias en busca de la felicidad del consumo, las economias domésticas dedican fundamentalmente sus escasas rentas a la alimentación, la vivienda y al pago de deudas de una pasada felicidad.
Podemos deducir que la caída del consumo, crea infelicidad, destruye puestos de trabajo, hace bajar las rentas y por tanto más bajadas de consumo, y así la crisis y la infelicidad van a la par, tendremos que esperar a que el ahorro vuelva a reactivar la economía y volvamos a tener la ilusión de la felicidad.
Mientras tanto podemos hacer como Benjamin Frankin que decía "Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco", o buscar la felicidad de otra manera.
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